martes, 15 de agosto de 2006

Quisiera (pero no)

Quisiera encontrar una razón condimentada para todo esto, algo que me alivie y me deje en desolados ferrocarriles deambulantes, pero calmo al fin. Quisiera poder creerte cuando digas lo que tenés para decirme (si es que aún guardas palabras para este loco desencantado). Quisiera hacer otras cosas además de derretirme por las iglesias y las calles deshabitadas de la noche amarga que me hacés vivir.

Podrá parecerte tonto
trivial
o llanamente cavernícola y pelotudo
pero

Quisiera ser algo en vos que te desate la ternura innata de los amaneceres. Quisiera saber qué hojas te hacen cosquillas por las mañanas apagadas de tu entorno.
Me gustaría ser aroma de champú para naufragar en tu pelo azabache. Quisiera ser brisa marina para despeinarlo y volver a naufragar.
Quisiera ser políglota para decirte te quiero en todos los idiomas. Más aún, quisiera ser valiente para decirte te necesito en castellano.
Quisiera ser suspiro de amanecer endemoniado, o espejo de ancestrales ideologías, para luego transformarme en admirador de tus pies al despertar.
Quisiera ser pestañas de tus ojos profundos, para anochecer en ellos y despertar con la algarabía de los duendes.
Hay veces que me gustaria no haberte conocido. Hay instantes en que desearía no haber sucumbido ante tus semióticas manos. Pero no creo en la cuadratura del círculo.

Me gustaría, más que nada esta noche, arcadear estas bestias literarias que me ahogan en la ventana. Pero la cura está bajo tus uñas azules, y dudo mucho que quieras venir a conformarme.
El espesor de la luna sólo es interrumpido por tres cosas: unas pilas moribundas, un horizonte anaranjado, y tu risa traviesa que se escabulle entre los pliegues de mis fantasiosas y nacientes cortinas.
No creo equivocarme cuando digo que ya tendrás algún otro hombre- estatua, alguno que te alegre los segundos frágiles que vivís con él, insensato arenoso, brillante diamante que le ganó el lugar a este sinfín de pececitos danzantes y plateados que es mi infinito espectáculo.
Él, de historias seguramente aburridas, de rigideces craneanas y un temblequeo al hablar, de delirios de chapa y estrepitosamente convencionales.

Quisiera ser desalmado e insensible para poder dormir esta noche. Llamaría un grupo de médicos brujoides para que me extirparan el sentir pesado y este nudo en la garganta. Podría intentar dormitar un poco, pero sospecho que te robaste todos mis sueños.
Cuando me quedo quieto, algo en mí me susurra mitológicamente que todo va a pasar. Pero yo sé que estoy condenado a rumiar mis errores y desaciertos hasta que me confunda con las lombrices...

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