martes, 30 de diciembre de 2008

Agradecimientos

Recuerdo el aroma del café
el cigarrillo que por entonces fumabas
las charlas interminables
sobre los Misterios del Cosmos
y tus ojos que oscilaban
entre perderse en el aire
y estallar en siderales chispazos de sabiduría.

Recuerdo también mi ansiedad errante
mis conjeturas latiendo
a la par de tus intuiciones...

y la pregunta infantil y desprejuiciada
que lo disparó todo.

...
11 años han pasado
(incontables diferencias)
pero en estos días
has cumplido tu promesa.

¡Gracias!
Gracias al sudor y al viento
a las moléculas que se ponen de acuerdo
para transpotar ese aroma
(las inexplicables rosas),
gracias a la completud del círculo
y a la danza armónica de la Esencia...

Es cierto.
Sigo arrastrando
este dolor ya dulce
esta angustia metamorfoseada
pero, al final de los minutos,
estoy agradecido.

Amada Abuela. Siempre Presente En Mí y Conmigo.
Cuando sea yo el que emprenda el Gran Vuelo
ahí estarás
esperándome con tus brazos de Amor
para surcar los mares y la Luna...
Gracias por todo. Gracias.

Gracias.

martes, 9 de diciembre de 2008

Pequeño infierno personal

—¿Cómo andás?

Como si responder eso fuera lo más fácil del mundo, la pregunta se dispara de la boca de algún esporádico interlocutor.

Respiro hondo. Pestaneo una milésima de segundo, mientras me decido entre replicar con un cortés "bien, ¿y vos?", o invitar a ese Otro preguntón a conocer el abismo encarnado y perpetuo que es mi alma caminante.

—Bien, acá andamos.
(La primera opción siempre gana)

Más tarde, y al notar la lejanía de mis ojos desencantados, resurge la necesidad de meter al elefante bajo la alfombra :


—¿Te pasa algo?

Ahí está. Alguien se percata de mis ligeras inconsistencias. Sólo que esta vez no dudo, más bien me atajo de antemano:

—No, es que estoy un poco cansado.

Y listo. Eso es todo.

Nadie sabrá de mi deambular continuo
o de mis pesadillas entremezcladas.


Quizás este atardecer se lo lleve todo,
quizás no.
Mientras tanto,
nada más tengo por hacer
excepto habituarme a este pequeño infierno personal...

Y esperar, con ciega fe, resurgir algún día de entre las cenizas...

jueves, 4 de diciembre de 2008

Hielo místico



He memorizado cada uno de los surcos que las lágrimas han marcado en mis mejillas.
¿Cómo se explica tanta magia desvanecida?

Quisiera derretirme por un momento.
Ansío entremezclarme
con las moscas de verano y los frutos azules
deshacerme en pedacitos de aire y trueno
fluir por los arroyuelos inofensivos
volar a lo alto de las plumas danzarinas
y hacerme uno con el aire serrano.

Sólo así
existiría la remota posibilidad
de que el azar me cruce
con al menos
un pequeño rastro de tu esencia...
Y entonces,
por un instante,
estaría
nuevamente
cerca tuyo.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Abuela

La mañana me encontró con una búsqueda interior de palabras adecuadas
para encerrar mi nudo en la garganta y mis ojos llorosos en algo explicable.
La tarde se desenvainó en una siesta
en donde pude verte tras un espejo onírico.
Pero aún así, no puedo dejar de sentir tu ausencia
tan silenciosa como devastadora.

Hoy,
(y como sé que no estás
ni siquiera a la distancia)
tengo el capricho de extrañarte.

Te extraño.
Te extraño hoy y ahora como ayer y mañana.
Te extraño y no puedo evitar el anhelo de hablar con vos aunque sea una vez más.
No te ,
no te percibo,
volaste con tus carcajadas hacia la fuente del viento
ese que se volvía chispa de Misterio
en tu mirada plutoniana.

Y duele. Duele saber que tu inextinguible sabiduría se ha desdibujado en el éter. Ni siquiera el arte podría retratar la fluidez de las enseñanzas que me impartiste; así nomás, como si se tratara de un juego de niños (Maestra Maga, Brujita).

Te quiero. Te quiero y te juro que no entiendo el propósito de todo esto, por más planteos esotéricos y racionales que le hago a la cotidianeidad de mis lágrimas.

Lo único que realmente siento es que jamás podré superar tu ausencia.




Tu nieto.