lunes, 16 de junio de 2008

¡!

¿Las texturas de las nubes?
¿El sudor de las amapolas?
¿Las hojas suicidas de los árboles?
¿Las lágrimas que quiebran pieles añejas?
¿Los dientes?
¿La tos?
¿El movimiento de las galaxias?
¿El brotar de una semilla?
¿Un paraguas universal?
¿O acaso la lluvia fecundante de los veranos?
¿El canto de los versos antiguos?
¿Las llamas de los encendedores cotidianos?
¿La dulce mirada de los perros callejeros?
¿El corazón?
¿Las palabras?
¿Dónde?
Ahí.

Montaña

Camino.
Este desafío sin mímicas me trae a las playas de mis pensamientos
y frota huesos de peces alcohólicos en las orillas.
(Me abruman las olas chocantes
que arremeten contra los acantilados conceptuales)
Es imposible.
Así, es imposible.
Inútil apostar
definir al Sol.
Pienso.
Me repliego
Busco lo inexistente
entre los granos de pies que caminan mis arenas
La montaña se alza frente a mi atardecer
y debo pasarla
Allá voy
No busco oro
Pero voy
¡Voy!