sábado, 29 de noviembre de 2008

(Ya va a salir, ya va a salir...)

viernes, 28 de noviembre de 2008

Estados de ánimo

Lluvia de noviembre

Hoy llueve de costado.
Es un desafío caminar hacia las flores de la esquina sin resbalar por las mareas celestiales.

Hoy, por primera vez en mucho tiempo, hay algo ahí. Hoy tengo sustento en la tensión de mis músculos perplejos.

Ya no hacen falta las invenciones aladas y las promesas de superación.
Hoy, me permito estar
mínimamente
un poco mejor.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Llueve.

Las gotas salpican las veredas rígidas de mi barrio
y las fundas de mi almohada.
Hay un zumbido de tristeza serpenteando en el aire.

Llueve.

Como si no existiera en este mundo
nada más que la lluvia y yo.

lunes, 24 de noviembre de 2008


Terminé el llamado telefónico...



Y todo se volvió abismo.

jueves, 6 de noviembre de 2008

La carnicería fascista

Uno quiere comprar milanesas de pollo en paz. Pretende que la cantidad de clientes en el negocio elegido al azar sea mínima, con el fin de consumar la transacción de una manera rápida y poco fastidiosa. Pero los 2 vecinos que se dedican a desplegar todo su arsenal discursivo en torno al tema de la inseguridad (en lugar de limitarse a comprar), y la tercera vecina que se les une al llegar al negocio, terminan transformando una habitación llena de carne y maquinarias filosas en la más improvisada competencia al grupo infobae.

La primera clienta comenta con aire de inquietud la cantidad de robos a los negocios del barrio en cuestión. Expresa su indignación por la facilidad con que los ladrones asaltan, la falta de personal policial, y el número creciente de hechos de esta índole.

—¡Yo no fui!— exclama el segundo vecino al arribar, segundos después, a la carnicería y la conversación. Como en un pantallazo, agrega sin titubeo alguno más datos sobre negocios asaltados en diversas zonas de la ciudad. —Es como digo siempre, ¡hay que matarlos a todos! O cortarle la mano a uno para que cuente, corra el rumor, y se dejen de joder.
—¡Las dos manos! Así ya no roba más — agrega, con su cuchillo en mano y su delantal ensangrentado el carnicero.— De última, matás a uno, lo dejás tirado en la calle y si preguntan no sabés nada. Ahí se asustan y no roban por un tiempo... ¿Derechos humanos? ¡Qué me vienen a hablar de derechos humanos! A esos hay que matarlos a todos... Si no... ¿dónde quedan nuestros derechos? Che flaco, ¿qué vas a llevar?

Tragué saliva, respiré hondo, y despejé la mente de acusaciones verbales y replanteos sobre el papel de los medios de comunicación masiva en la construcción de nuestro entorno inmediato. Disparé la petición, sin pensarlo mucho, como un reflejo condicionado:

¿Sería mucho pedir una porción de una perspectiva macro sobre el problema de la inseguridad, a partir de la cual se entienda que los ladrones roban porque han sido violentados primero por las políticas de exclusión y concentración de la riqueza, además de que son constituidos como delincuentes a partir de una constante campaña mediática que pide a gritos mano dura y mayores castigos a los castigados, con el fin ejercer la represión de una manera consensuada por el resto de la sociedad? ¿Puede acompañar esta porción con un kilo de conciencia crítica, que le permita darse cuenta de que lo que comenta con orgullo, mientras rebana carne, es similar a los modos de pensar las relaciones humanas que han llevado la guerra a prácticamente todos los rincones de este planeta moribundo? Y si no es mucho pedir, ¿podría agregar una pizca de empatía, o a lo mejor un gramo de conciencia espiritual, lo que le permitiría ver que ese Otro que usted tanto odia no existe, porque tanto él como usted son Uno, y que, en tanto ser humano, ese ser es tan Usted como usted Él?
—Pibe, dejá de mirar el techo y decime qué vas a llevar.
—Dos milanesas de pollo, por favor.

Pagué y salí. Mi mirada huidiza me delató en aquel puñado de vecinos que, bolso en mano, acostumbran a sacar a pasear, todas las mañanas, a sus pequeños pero peligrosos enanos marianogrondonistas...