miércoles, 30 de agosto de 2006

Para ellos


Ustedes, los de ahí, los de arriba. Sí, ustedes mismos, esos que se hacen llamar dioses y lloran y sufren por cada gota de sangre derramada en pos de Su nombre. A ustedes les hablo hoy y ahora, juntando valor desde lo más profundo de los cañones invisibles que, a veces, sé que les gusta hacer sonar. Estoy buscando la senda metafísica y mamífera para acercarme más a la sabiduría. He intentado destejer la más delicada tela de araña, y sólo logré aburrirme un poco. Probé con lamer la tierra de los bosques escalonados, y tampoco dio resultado. Hasta armé un cohete con un caparazón de tortuga, pero todavía no hallo el combustible adecuado.
Necesito saber cuál es el verdadero camino. ¿Acaso el que tomé hace tiempo, cuando estallé en soberanas dicotomías y elegí menearme con los alcaldes soberbios? ¿O ese que proclama ser y no ser, mientras reprime hasta lo que no se piensa?
Díganmelo: sé que antes han intentado comunicarse conmigo. Tuve miedo, y retrocedí en conciencia por no arriesgar las maderas fértiles de mi cama. No es fácil deshacerse en pedacitos y fluir por los bordes de una habitación; humano soy, pues. El miedo me ata a lo cierto y me aleja de la sabiduría de los profetas.

Pero ya no quiero sacrificar tanto sabiendo lo mucho que me espera en sus banquetes jesucrísticos, elévenme. Ayúdenme a superar el natural miedo y entrénenme para subir. Respiren por mis poros, y exhalen aliento de vida en toda las circunstancias excepcionales que he de vivir. Quiero saber; quiero subir. Por los siglos de los siglos...

Él y Ella

Él interrumpe los avatares cotidianos de las aves, ciega los senderos luminosos permitibles, y opaca los espectáculos de trigos culturosos. Sintiendo pena por todo, fluye sobre sí mismo hasta compadecer a las hormigas amazónicas. Tiene alma de poeta, se desangra con cada voz que no habla y con cada temor que se deja alcanzar por su confirmación escatológica. Suspira de amor y deseo por Ella, alma inmutable que todo lo nutre.
Ella es la única, la que gira incontrolable por los laberintos hidrocentáuricos de su propio asombro. La que crea de su vientre, la que da a luz cuervos que le comen los ojos y la nuca. (Pobre madre, no puede dejar de amar a sus verdugos)
Cuando Él y Ella andan con los deseos urgentes y con ganas de hacer el más amor de los amores, empiezan a seducirse mutuamente. Como todo acto discursivo, nunca se sabe quién empieza. Una sonrisa de luz, un susurrar de las montañas, todo es válido a la hora de estimular la imaginación de los elementos. Tras sendos cachondeos, estiran sus múltiples brazos para amarse y acariciarse, pero es en el supremo acto de fecundidad en el que tienen contacto realmente. Cae la lluvia sobre las capitales góticas, y así, el Cielo y la Tierra se funden en un majestuoso nacer sobre ellos mismos.
Hoy llueve y hace frío, el viento arrastra penas de pueblos destruidos, las hojas se balancean peligrosamente sobre la acera incontinente, y encima la popularidad de los bares disminuye minuto a minuto. Pero no deja de ser milagroso que, a pesar de que nosotros ya no nos entendamos y nos empecinemos en negarnos mutuamente, ellos vivan sólo para fecundar campos y esperanzas en los solitarios y bohemios corazones, aquéllos que buscan un amor entre las esquinas abreviadas de las ciudades fantasmas...

martes, 22 de agosto de 2006

Belleza y pudor en la sociedad de cartón


Volvía a casa. Era una de esas mañanas que prometen colores a mansalva, mientras el Astro Rey se asoma por los ventanales de la bóveda multilingüe y arrasa con los humanos miedos y los florales deseos. Amanecía como jamás un patético y mercadeado artista se lo hubiera imaginado. Una orgía de tonalidades estallaba frente a mis ingenuos ojos. Mi cínico pulso no podía más que tratar de emular tímidamente tanta belleza desplegada. Soñaban los prados y los caminos con la luz que los desnuda desde los primeros días, mientras la Humanidad se disponía a arrancar una apacible y bohemia jornada, llena de risas y humo, adoquines y azafranes... Un olor juguetón se escabullía por los contornos del aura mística, mientras las hadas coreaban sagrados cánticos incestuosos, proclamando el inicio del apoteótico espectáculo del amanecer. Fui feliz; infantil y ciertamente feliz, como un inquieto cachorrito mimado. Las caricias del aire eran no sólo frondosas y desencadenadoras de frigideces abstractas, sino también necesarias, como el respirar mismo de los pozos de agua.
Y entonces, la magia danzarina se interrumpió con un soplido capitalista: lo vi, ahí, entre los despeinados pastos de la vera vergüenza neo- liberal. Dormía y tiritaba: no sé qué hacía mejor. Soñaba con colchones de poliéster y fuego cromado, mientras la Realidad le decía que no tenía lugar adonde ir. Temblaba como hoja enamorada, y refunfuñaba las alabanzas de las doncellas celestiales, mientras intentaba encontrar refugio en un puñado de viejas noticias de plomo. Los violines callaron de pronto, y hasta el Sol mismo titubeó por un instante: ¿cómo bendecir a los bosques, a la descomunal acera fetichista, cómo dar a los hombres y mujeres el Amanecer, si dejan que un hermano sufra? Hasta las hadas, tan promiscuas y alegronas ellas, quedaron mudas y conmovidas por ese hombre. Comprendí lo catastrófico de la duda solar; si no se asomaba, quedaríamos perpetuados en una Gran Noche licántropa y voraz como un loro de pirata. De inmediato, casi por reflejo, erizé mi piel, inflé mi precaria caja costillal, y clamé a viva voz: "Rayos de policrómica aura, dénle un fantástica oportunidad a la dulzura de las madres primerizas. Ilumínenlo. Ilumínennos."
Fueron instantes sobrios y dubitativos. Muchos murmullos se dejaron degustar. Las nubes quedaron impávidas y nulas como croquetas, y el río elevó sus ojos al espejo superior, para medir la reacción de la Estrella Magna. Nadie se atrevió a reclamar nada, ni siquiera las capillas fundamentalistas.
Finalmente, el Sol optó por seguir su ancestral rutina, y explotó en un solitario orgasmo cósmico. Quedé tranquilo y obtuso, mientras las doncellas reavivaban el griterío de la tierra y las hadas suspiraban aliviadas por mi fugaz intervención. Seguí con mi labor hermenéutica, mientras el hombre, aún dormido y maldiciendo, era repentinamente invadido por una guarnición de rayos catódicos de homosexuales colores. El Sol había decidido acobijarlo por su cuenta, pero, hasta el día de hoy, cuando lo veo y me habla a través de sus suspiros galácticos, no deja de desaprobar nuestro incierto rumbo, tan lleno de mierda y grito y cólera y miradas fugaces y llanto y muerte marchita y negaciones inconclusas y más muerte gratuita... Llegará el día en que el Sol se revele contra lo que él alumbra, y ese momento será el fin de la dictadura del proletariado estelar y de la soberanía de la Nada, mientras los hombres y mujeres, espantados, intentarán remediarlo todo en dos instantes, pidiendo consejo a las Pitonisas mercadotécnicas, y re- editando las sabias voces del pasado...

jueves, 17 de agosto de 2006

Negación

Brindo por tus caderas quebradas y arrastradas por el pavor azaroso de no comprenderme a mí, pintado en la nostalgia, pobre idiota pluscuamperfecto, saparrastroso descerebrado, flaco zanguangón y esclerótico. Brindo por toda la catarata de besitos chulos, besotes obscenos, abrazos de sopa, caricias impensadas, palabras locomotrices y poesía barata que te guardaba entre mis dóciles huesos y ya no vas a disfrutar. Brindo por encontrar otra musa a quien regalarle gratuitamente todo mi ser erótico sin documentarlo en ningún medio altanero y obsecuente. Quedan vacías mis manos, sucio mi hombro y triste mi corazoncito de algodón, pero nada que no cure el reloj de las palomas mensajeras.
Hoy te ví: morochita y con cara de yonohicenada, subsumida en tus papeleríos polares (pero tan linda...). Te odié, como se odia la injusticia de los aguaceros y la ventosidad de los caminos. Quise arrancar las baldosas platinadas de las aulas espectaculares y arrojarlas a la hoguera de tus vanidades, para ver si recapacitabas y me cedías la palabra que tanto te empecinás en negarme... Me negás la palabra, me negás el decir: me matás en el jardín y te suicidás en tus perímetros. Me mirás para ver cómo te miro, y te miro volcánicamente diciendo "algo de respeto por este manojo de piel y pelo". Y me mirás de nuevo, para tantear el terreno de mis ojos apagados, y te regalo una mueca gótica y te odio tanto, pero tanto...
Luz, cámara, acción: el espectáculo del niguneo forzado, el nomeimporta ficticio y la censura total de las cosquillas en la piel han empezado, y voy a arrasar con tu estima para arrancarte hasta la última de las armas de destrucción masiva...

martes, 15 de agosto de 2006

Aprendiendo

Mi vientre clama galaxias y mi cerebro llora por sedimentos, las situaciones palabrosas se me presentan segundo tras segundo en esta cadena infinita.
Una voz, a los lejos, serpentea plenamente por el rostro cuajado de la Virgen de los panaderos. Ella, insoportablemente quieta frente a millones de hormigas oradoras, quiere que le devuelva el favor de estar. No creo en estatuas, le digo alevoso y risueño, mientras huyo de su mirada inquisidora disimuladamente. Aprovechando la ocasión de mi escape, un auto importado se me planta en frente con un bocinazo de toro. El burgués que lo conduce me maldice a mí, y a mi madre, y a mi hermana, y sufre por el desperfecto ocasionado en sus lineales planes de viaje: soy un estorbo. Saludo, pues, al automóvil que tan generosamente me regaló el premio de no atropellarme, y camino hacia atrás por la acera, mientras me saco burlonamente la galera y hago ademanes con mis zapatos de nieve batida. Más hacia lo oscuro, en uno de esos lugares que no son lugares, un duende escandaloso se bate en agonía con una yarará libertaria: bien sabido es que estas dos especies se odian mutuamente. Paso por el kiosco y compro chocolate a medio pagar: se los ofrezco a las criaturas, quienes, apetitosas, se encaminan a mis manos desconmensuradas y ardientes. ¡Qué fácil es resolver una guerra! Basta con chocolate para el cuerpo y aceptación para el espíritu.

Sabiendo que la obra está cumplida, me retiro como la marea, no sin antes depositar algunos dólares de Esperanza y Sonrisas en las camisas hambrientas de mis compatriotas. Hoy fue un buen día. No hice nada, pero lo hice valiosa y obscenamente bien, como un escapar del terrible laberinto del desamor y el abandono. Mejor que ayer, peor que mañana: mi filosofía del aprender. Buenas noches...

Quisiera (pero no)

Quisiera encontrar una razón condimentada para todo esto, algo que me alivie y me deje en desolados ferrocarriles deambulantes, pero calmo al fin. Quisiera poder creerte cuando digas lo que tenés para decirme (si es que aún guardas palabras para este loco desencantado). Quisiera hacer otras cosas además de derretirme por las iglesias y las calles deshabitadas de la noche amarga que me hacés vivir.

Podrá parecerte tonto
trivial
o llanamente cavernícola y pelotudo
pero

Quisiera ser algo en vos que te desate la ternura innata de los amaneceres. Quisiera saber qué hojas te hacen cosquillas por las mañanas apagadas de tu entorno.
Me gustaría ser aroma de champú para naufragar en tu pelo azabache. Quisiera ser brisa marina para despeinarlo y volver a naufragar.
Quisiera ser políglota para decirte te quiero en todos los idiomas. Más aún, quisiera ser valiente para decirte te necesito en castellano.
Quisiera ser suspiro de amanecer endemoniado, o espejo de ancestrales ideologías, para luego transformarme en admirador de tus pies al despertar.
Quisiera ser pestañas de tus ojos profundos, para anochecer en ellos y despertar con la algarabía de los duendes.
Hay veces que me gustaria no haberte conocido. Hay instantes en que desearía no haber sucumbido ante tus semióticas manos. Pero no creo en la cuadratura del círculo.

Me gustaría, más que nada esta noche, arcadear estas bestias literarias que me ahogan en la ventana. Pero la cura está bajo tus uñas azules, y dudo mucho que quieras venir a conformarme.
El espesor de la luna sólo es interrumpido por tres cosas: unas pilas moribundas, un horizonte anaranjado, y tu risa traviesa que se escabulle entre los pliegues de mis fantasiosas y nacientes cortinas.
No creo equivocarme cuando digo que ya tendrás algún otro hombre- estatua, alguno que te alegre los segundos frágiles que vivís con él, insensato arenoso, brillante diamante que le ganó el lugar a este sinfín de pececitos danzantes y plateados que es mi infinito espectáculo.
Él, de historias seguramente aburridas, de rigideces craneanas y un temblequeo al hablar, de delirios de chapa y estrepitosamente convencionales.

Quisiera ser desalmado e insensible para poder dormir esta noche. Llamaría un grupo de médicos brujoides para que me extirparan el sentir pesado y este nudo en la garganta. Podría intentar dormitar un poco, pero sospecho que te robaste todos mis sueños.
Cuando me quedo quieto, algo en mí me susurra mitológicamente que todo va a pasar. Pero yo sé que estoy condenado a rumiar mis errores y desaciertos hasta que me confunda con las lombrices...

lunes, 14 de agosto de 2006

Mujeres



Extraños seres las mujeres. Aparecen repentinamente, cuando uno está ocupado en pescar mariposas con un anzuelo de papel, y dejan entrever su luz cálida- espectral detrás de unos ojitos inocentones y redondos. Si uno comete el imposible de no cometer error- acierto de detenerse un segundo en sus rostros y sus irresistibles curvas, dichas féminas provocan repentinas oleadas de sanguijuelas crocantes en la piel. Es fácil deducir el diagnóstico: algunos le dicen calentura, otros enamoramiento precoz, pero dudo que haya una palabra para describir estas ilusiones coloridas y pecaminosas...
Una vez iniciado el proceso vulgarmente conocido como "estar-hasta-las-patas", lo estable se vuelve contra uno, que no tiene más que aferrarse a lo que pueda para no caer en las fauces del palabrerío precoz y siempre malentendido por la especie a la que hacemos referencia. Una mujer seduce con lo que no hace, mientras que nosotros, género hacedor de todo (por petición femenina), tenemos que probar hasta el último de los malabares para ver cuál de todos ellos llamará, aunque sea en lo más mínimo, la atención de aquélla ninfa que nos desvela.
Cuando nos encaucemos, finalmente, en aquello que le llama la atención, es mejor no perder el equilibrio, avanzar lento pero rápido a la vez, como cuando se quiere atrapar un colibrí, y además queda expresamente contraindicado mostrar inseguridad, bajo pena de caer en la historia de amor jamás sucedida fuera de uno (de esto yo sé bastante). Nunca se sufre lo suficiente con ellas, creen que lo que uno tiene de ser lo tiene de coraza metálica insensible...
Todas estas técnicas tienen altas probabilidades de fallar: uno nunca termina de entender a las mujeres. Como esa hermosura, norteña, querendona y malcriada, que, además de dejarme toda una melodía amarga en los poros y una escalera de cristales que había hecho para ella, me hizo escribir estas líneas...

Domingo en Paraná


Camino por las ciruelas pasas del laberinto. Buscando serenidad, avanzo hacia el lugar más intranquilo. Descartando descansares y quietudes, voy bajando cada vez más rápido. A lo lejos, un grupo perturba la armonía intransigente de los autos con risas y comentarios de plástico, como si comentaran una película de cierto hollywood cine barato. Son adolescentes, van a la escuela, es domingo y piden sol; sin darse cuenta, se están acartonando y sumergiendo en el óxido general, en la rigidez gratuita que a todos nos es dada y a nadie se le niega. No es culpa de ellos: o se aggiornan o mueren solos.
Un guardián del orden vigila un edificio gigantesco. Son tiempos violentos los de estos días, cualquiera puede llegar a robarlo desde sus cimientos. El polizonte aparenta responsabilidad y soltura, pero yo sé que está incómodo en su soledad de cemento.
Caballos blancos llevan hombres que no son príncipes azules. La mentira más grande de mi infancia: las princesas no existen, a no ser que esas cajas de cartón y basura lo sean.
Una mujer pasea su perro susanoide. Coqueta, con su sombrero ovnítico, ella camina por una París exhuberante. Los caballos blancos no existen debajo de su ridículo andén, solamente si le sirven a Su Merced. Apura el paso cuando ve esas caritas tan, pero tan antiestéticas. Si por ella fuera, maquillaría los rostros del hambre con base de firmamento y mano dura.
Personas, personajes, historietas humanas, cada cual en lo suyo. Se borran las identidades y los buenos tratos, y yo decido volver, cobardemente, a mi envoltorio rectangular, sutil puesto de encierro para unos cuantos que no se atreven a ver la vida ni de reojo...

domingo, 13 de agosto de 2006


"Ordenen que les traigan con qué escribir, después de situarse en un lugar que sea lo más propicio posible a la concentración de su espíritu, al repliegue de su espíritu sobre sí mismo. Entren en el estado más pasivo, o receptivo, de que sean capaces. Prescindan de su genio, de su talento, y del genio y el talento de los demás. Digan hasta empaparse que la literatura es uno de los más tristes caminos que llevan a todas partes. Escriban de prisa, sin tema preconcebido, escriban lo suficientemente de prisa para no poder refrenarse, y para no tener la tentación de leer lo escrito. La primera frase se les ocurrirá por sí misma, ya que en cada segundo que pasa hay una frase, extraña a nuestro pensamiento conciente, que desea exteriorizarse." André Breton.
Definitivamente, este fragmento del Primer Manifiesto Surrealista merece ser leído con detenimiento. Habla de "pescindir", de expurgar, de dejar todo aquéllo con lo que creíamos estar seguros de algo, para adentrarnos en el Caos y experimentarlo en nuestros cuerpos y mentes. Nada fácil; nunca es fácil estar en el caos. Pero vale la pena...
Por lo pronto, me voy a dejar de joder las bolas u ovarios respectivamente, y me retiraré por ahí. Prometo incluir próximamente, para el pánico de ustedes, algunas de mis "poesías" (lo cual, considerando lo escrito anteriormente, contribuirá a empeorar este blog) Salu2...

sábado, 12 de agosto de 2006

Entender y reconocer el caos: pasaporte a la locura

¿Quién puede decir, con absoluta certeza, para qué estamos donde estamos? ¿Hasta qué punto se puede estar seguro de algo? En última instancia, y llevando todo al extremo, o nada es cierto, o todo lo es.
Cogito ergo sum dijo Descartes hace mucho. Pienso, luego existo. La única certeza que tenía el chabón era que era. Lo demás, quedaba en tela de juicio. Entones, somos. Vos sos vos y yo soy yo. ¿Y lo demás? Yo estoy seguro de que, con mis manos, estoy posteando algo, sentado en una silla frente a una computadora, en la ciudad de Paraná, provincia de Entre Ríos, República Argentina. ¡Es innegable! ¿Cómo puedo dudar de eso? O sea, veo mis manos la silla la computadora, y que estoy posteando en la ciudad de Paraná etc. etc... ¿Cómo ataco estos argumentos?
Primero, en que todo lo afirmado no es lo que pasa sino un decir de lo que pasa. Segundo, en que no hay nada que me diga, en una relación directa y no- arbitraria, que las palabras que uso se correspondan con las cosas que nombro: digo manos y podría decir pies para designar a los órganos que todos los hispanoparlantes conocen como manos. El impedimento radica en la construcción social que hacemos las comunidades para designar y hacer corresponder (de nuevo, sin ningún motivo directo) las palabras y sus designados. Pero yo, en un acto de desacato y apartamiento de lo ya establecido, podría decir que, con mis codos, estoy vomitando algo, parado atrás de un lagarto gigante, en la ciudad de Manila, Estado de Luisiana, República Democrática del Congo. Y mi intención sería describir lo mismo que describí antes.
¡LOCO! Entonces, lo primero que hay que admitir es que no vivimos fuera del lenguaje, sino dentro de él. Tons, la primera refutación a lo cierto es lo arbitrario del lenguaje. A propósito, los surrealistas saben mucho de esto. Con su escritura automática y su poesía basada en la búsqueda de lo inconciente, crearon un estilo aparentemente sin- sentido que tiene un poder desectructurador brutal. Pero esto es sólo el principio.

Paso preliminar: sin- sentido



GUAU! Todo un tema esto del blog... que es la futura herramienta del periodismo ya que permite libertad de expresión... que es un pasatiempo pelotudo de los tantos que ya nos han inculcado (y que nos dejamos inculcar...), bla bla bla. Sinceramente, ignoro las razones que me hacen escribir esto ahora, o en términos "correctos", "postear" esto ahora. Pero si de crear sentido a partir del sin sentido se trata, bueno, aca estoy entonces, generando una razón más para venir al cyber y malgastar alegremente el poco dinero que tengo.
En cierto sentido, este blog es como una responsabilidad más; es como un pescadito sumergido en el infinito mar de la Internet, pescadito que tendré que alimentar de vez en cuando. Pero al fin y al cabo, de lo que se trata es de, repito, dar sentidos y hacer como que el sentido dado está bueno, que nos llena, como para olvidarnos de la terrible malaria general de vivir sin saber cómo ni para qué.
Todos damos sentido a la vida, haciendo una u otra cosa. Yo ahora posteo, pero sé, al igual que todo el mundo (por más que muchos se obstinen en negarlo empecinadamente) que no sé bien cómo llegué acá, para qué, y ni siquiera estoy seguro de trascender los límites de este mundo cruel y profanado. Pero, al igual que todos los hermanos y hermanas del planeta, he encontrado elementos y actividades en las que anclarme, para no languidecer en el mismísimo caos.
YA SE VAN A IR ENTERANDO...