martes, 28 de noviembre de 2006

La cotidaneidad yuxtapuesta (que se vuelve paranoia)


Una pava.
Una pava pava.
Una pava que es pava.
Una pava que rompe el aire con sus chillidos infernales
pero, a cambio, asegura infusiones ideales para los estudiantes.
Una pava que desafía el tiempo y el espacio kantianos
y emerge arriba de la madera almidonada
creando realidades inverosímiles
y horizontes impensados
para romper con las viejas nociones de orden y status.
Detrás de cada hoja que cae al suelo del entendimiento, hay un mate que croa en la distancia episcopal de las sardinas azucaradas.
Estallan, entonces, las pretensiones gritonas de los sargentos
y aparecen, tímida y guturalmente,
las propuestas de los locos...
Al fin y al cabo,
¿qué es una pava?
¿Cuándo se puede decir que una pava es pava, y cuando deja ya de serlo?
Los pingüinos, ¿cómo calientan el agua para mate?
¿Puede una pava subsistir arriba de una mesa? ¿No se cae al abismo del absurdo?
¿Por qué pava y no pavo? ¿Son todas mujeres las pavas?
¿Son pavas todas las mujeres? ¿No hay hombres pavos?
¿Se puede hervir un pavo en una pava? ¿Tiene que ser pavo real?
¿No sería una amenaza a la fauna hervir pavos reales en pavas?
¿Las pavas son asesinas de pavos? ¿Por qué Greenpeace no dice nada al respecto?
¿Hay una conspiración de las pavas? ¿Tienen influencia en los principales parlamentos de los principales países del mundo?
Tengo miedo.
No sé cuánto me quede de vida ahora que indagué en el entranado complot pavístico.
Quizás alguno de ustedes me delate, y salten agentes del Orden ante mí para matarme...
No hay que meterse con las pavas.
No hay que pavear tanto.

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