jueves, 18 de marzo de 2010

Lluviona

Llueve obstinadamente en las capitales,
como si el agua cayente
fuera condición indispensable
para saciar los bebederos episcopales
de las cataratas sanguíneas.

Juego. Balbuceo las gotas del lamento sagrado...
(y me deslizo con cuidado para no caerme)

No sé por qué, pero la ciudad
se me vuelve más hermosa
cuando llueve.

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