—¿Cómo andás?
Como si responder eso fuera lo más fácil del mundo, la pregunta se dispara de la boca de algún esporádico interlocutor.
Respiro hondo. Pestaneo una milésima de segundo, mientras me decido entre replicar con un cortés "bien, ¿y vos?", o invitar a ese Otro preguntón a conocer el abismo encarnado y perpetuo que es mi alma caminante.
—Bien, acá andamos.
(La primera opción siempre gana)
Más tarde, y al notar la lejanía de mis ojos desencantados, resurge la necesidad de meter al elefante bajo la alfombra :
—¿Te pasa algo?
Ahí está. Alguien se percata de mis ligeras inconsistencias. Sólo que esta vez no dudo, más bien me atajo de antemano:
—No, es que estoy un poco cansado.
Y listo. Eso es todo.
Nadie sabrá de mi deambular continuo
o de mis pesadillas entremezcladas.
Quizás este atardecer se lo lleve todo,
quizás no.
Mientras tanto,
nada más tengo por hacer
excepto habituarme a este pequeño infierno personal...
Y esperar, con ciega fe, resurgir algún día de entre las cenizas...
2 comentarios:
ME ENCANTA COMO ESCRIBIS, SON UN GENIO, DEBERIAS PUBLICAR...
YO ME HICE UN BLOGG, SI PODES PASATE
UN BESO, OTOTO-SANA, DAISUKI!!!
ALEXXA
http://gazetteforever.blogspot.com/
amigo hacia rato no andaba por aca...
ni hablar de este gustito a palabra conocida q tenes y hace bien a la gente q te anda cerca...
y los dolores nunca dejan de doler. eso es cierto, pero se alivianan y mucho, eso tambien es cierto... va un abtazo de viento
ahhh... Como andas?...jajaj
te quiero
na.-
Publicar un comentario