miércoles, 3 de diciembre de 2008

Abuela

La mañana me encontró con una búsqueda interior de palabras adecuadas
para encerrar mi nudo en la garganta y mis ojos llorosos en algo explicable.
La tarde se desenvainó en una siesta
en donde pude verte tras un espejo onírico.
Pero aún así, no puedo dejar de sentir tu ausencia
tan silenciosa como devastadora.

Hoy,
(y como sé que no estás
ni siquiera a la distancia)
tengo el capricho de extrañarte.

Te extraño.
Te extraño hoy y ahora como ayer y mañana.
Te extraño y no puedo evitar el anhelo de hablar con vos aunque sea una vez más.
No te ,
no te percibo,
volaste con tus carcajadas hacia la fuente del viento
ese que se volvía chispa de Misterio
en tu mirada plutoniana.

Y duele. Duele saber que tu inextinguible sabiduría se ha desdibujado en el éter. Ni siquiera el arte podría retratar la fluidez de las enseñanzas que me impartiste; así nomás, como si se tratara de un juego de niños (Maestra Maga, Brujita).

Te quiero. Te quiero y te juro que no entiendo el propósito de todo esto, por más planteos esotéricos y racionales que le hago a la cotidianeidad de mis lágrimas.

Lo único que realmente siento es que jamás podré superar tu ausencia.




Tu nieto.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Nunca vamos a poder superar su ausencia, te extrañamos mucho abuela.
pau

Anónimo dijo...

Hola Nito. Te entiendo tanto... Alguien muy sabio me dijo que no existe la superación tras la partida de un ser querido. No lo superes, sólo aprende a vivir con eso, mi querido.
A través de tus palabras he vivido mi propio drama. Escribís hermoso, y no es sólo eso, es que llegás, y eso es lo importante.
Todos amábamos a tu abuela, era una persona muy especial, como lo era mi mamá, y esas personas dejan un vacío que nos dolerá siempre.
Al igual que vos, he buscado respuestas, contactos, señales, racionales, irracionales, pero lo que cuenta es esa ausencia de agujero negro que nos dejaron, verdad?
Yo no sé, nadie sabe, qué pasa después, sólo sé que espero volver a estar con ellas en alguna parte del universo, cuando suene la última campanada.
Delirado por
tu tía Marta