viernes, 8 de diciembre de 2006

Fábula de una tarde en que buscaba el Origen...

¿?

Movimiento autónomo: cuando me quedo quieto, todo se mueve.

En la obviedad de los pájaros verdes que cruzan el cielo de mi pax infinita

puedo encontrar cierta huella de Amor.



A través de los enredos de los cabellos del viento

(y si uno mira bien)

se halla la morada de las gotas de Luz

esas minúsculas y efímeras ánimas

que dan el soplo de vida a todo lo que se (con)mueve



Cuando las nubes flotan entre las comisuras de mis lunares

y cuando las hojas levitan en el vacío de los atardeceres

creo saberlo todo.

A veces, en algunas noches heladas y patinosas,

percibo los espíritus negados por la razón

y creo escuchar sus suspiros en medio del mar.

Difícil es no temer; difícil es no fascinarse

Y a veces, sólo a veces, mil gorriones de mil colores

revolotean entre mis sienes

para despertarme al verdadero Ser



Al fin y al cabo ¡todo es textura!

Superficies que se revuelven contra la nada

la temerosa nada

y se recrean y se inventan entre ellas y se re inventan más y más hasta llegar a la epítome de lo absurdo...

La nada es el Origen.



Por eso amo febrilmente

tanto a las mariposas como a los pozos

a las libélulas y al toro

sin intensidad (eso se reserva para ciertas ninfas)

pero sin prejuicios


¡ser y no ser se confunden!

Sólo la palabra arbitra

y orbita entre ellos...

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