
Una pava.
Una pava pava.
Una pava que es pava.
Una pava que rompe el aire con sus chillidos infernales
pero, a cambio, asegura infusiones ideales para los estudiantes.
Una pava que desafía el tiempo y el espacio kantianos
Montaña arriba
Tierra abajo
(el I Ching no miente)
el pasado se vuelve futuro
el futuro se vuelve pasado
ya no somos dos
ya no nos reconocemos en absoluto al indagarnos
ya no reímos como antes
ya no sufrimos como antes
no como en aquellos ayeres
ya no nos sabemos
como existencia lejana
que de vez en cuando golpeaba los vidrios de nuestras pupilas
en una lluvia onírica y estrepitosa
cae la tierra hacia el abismo de tus ojos enfurecidos
cede la montaña ante su propio peso...
así es como muere nuestra historia
así es como nace el olvido
y yo, por primera vez, sin nada más que decir
mirando el suelo cobardemente, esperando que mi garganta
invente plumíferas objeciones...
pero nada hay que hacer: ya no estamos juntos
murieron los murmullos de tus costados siderales
se ahogaron las mariposas que acariciaban los árboles dorados
de nuestro jardín del Edén
todo vuelve al principio
vos sabes más que nadie
que nada es perfecto
es tiempo de que asumas
que la felicidad perpetua no existe
todo tiene su contracara
sabiduría es soportar las dos miradas
Ya no hay nada que me sostenga del otro lado
no hay ecos en el otro lado de la colina
¿Por qué?
¿Por qué así?
¿Por qué a vos?
¿Por qué a mí?
Adiós, amor
Bienvenida, soledad...
Finales inconclusos que distorsionan las estructuras metodológicas del ser corriente.