domingo, 18 de marzo de 2007

De cómo comer mejor las aceitunas

Palpo suavemente la serpiente mitológica
que se desliza entre mis pestañas
mientras cierro los ojos,
para inundarme de la vertiente cósmica de los paganos dioses.

Más abajo, por mis pies, el agua roja de los ríos infernales
se escurre entre mis dedos
y me recuerda lo efímero de todo: las existencias son vacío.

Y mi ombligo, para no quedarse atrás,
comienza a girar revoltoso, generando vibraciones espasmódicas,
y sumiéndome todo en una sola entonación amarilla.

Aladas ninfas se me salen de la columna y la piel.
Bravos sátiros invaden mis cabellos.
Centenares de dionisíacos duendes bailan y cantan sobre mis costillas,
imitando las vibraciones de los mantras misteriosos.

Comprendo la vastedad de las voces acalladas
y la imposibilidad de entenderlas a todas y cada una.
Acallo la mente, y tomo la postura del loto inmaculado.
Lentamente, unifico pasiones y electricidades,
para volver a mi vacío inocuo y venerado.
Entonces, puedo danzar
siguiendo el Tao del cielo.

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