Hay algo ahí. Afuerita de mis entrañas pero aún dentro mío.
Hay algo que pulula por las siestas
y molesta entre cada sorbo de mate.
No sé si es un duende,
un colibrí,
o la desesperanza de tener que seguir creyendo en la esperanza.
Valles de mí mismo acuden al salvataje cotidiano: entonces, me revuelvo en contra de mí.
Y gano.
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